El peronismo esperaba renovar en las cuatro intendencias que fueron a elecciones. Buscaba, al igual que hizo con las PASO nacionales, generar un efecto contagio a favor de Fernández Sagasti.
Hasta hace apenas unas horas, el peronismo mendocino seguía envalentonado con el resultado de las PASO nacionales del 11 de agosto. Sin otro argumento que el de subirse a la ola de la fórmula FF, el PJ local empezó a imaginar que podía trasladar ese efecto a la provincia casi de manera transitiva. Generar un efecto contagio para que aquellos que habían elegido apoyar a la dupla Fernández-Fernández entendieran que, si votaron de esa manera, en Mendoza a la hora de la verdad y por la gobernación, debían acompañar a la candidata Anabel Fernández Sagasti.
La hipótesis, a pesar de toda la maquinaria de mercadotecnia aplicada a las lides políticas, es algo básica y carece de conocimiento histórico y contexto. La provincia ya demostró en un montón de oportunidades que entiende el valor que tiene el voto como principal herramienta de la democracia. Apoya y acompaña buenas gestiones, castiga con severidad a las malas, y sólo de vez en cuando es prisionera de los fenómenos electorales que imponen tendencia a nivel nacional. Por lo tanto, pensar que el mendocino se deja llevar por lo que ocurre a nivel país es, al menos, una ingenuidad. O, en todo caso, cuenta como valor a la hora de diseñar una campaña, pero está claro que con eso no alcanza.
El perokirchnerismo estaba esperando estas elecciones departamentales para surfear la misma ola triunfal. Era casi un voto cantado. Cuatro departamentos, cuatro caciques, última oportunidad de reelección para cada uno. Nada podía salir mal. Y, a pesar de que no iba a implicar sorpresa alguna, aprovecharían la movida para potenciar la imagen de la candidata a gobernadora.
San Martín, en los últimos días, empezó a dar indicios que preocuparon al PJ. Algunos los subestimaron y pensaron que, como mucho, el radical Raúl Rufeil haría una buena elección, pero no le daría para sacarle el poder a Jorge Omar Giménez y para cambiar el color político de un departamento administrado por la misma persona hace 15 años.
Fue un error de cálculo. El desdoblamiento le da libertad al electorado. Le permite tomar decisiones sin consecuencias secundarias y elimina la complicación del corte de boleta. Entrar al cuarto oscuro y elegir sólo intendente, gobernador o presidente es más fácil.
Quienes asesoran a Fernández Sagasti habían advertido este fenómeno. La pelea tendrá que hacerla sola. La disputa será cara a cara con Rodolfo Suárez. Es uno contra uno; incluso, con una complicación para ella: en este cuadro de situación, una foto con Alfredo Cornejo pesa más que una visita de Alberto o Cristina.
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